El USDA proyecta crecimiento de la soja en Brasil en la cosecha 2025/26
La superficie sembrada alcanzaría los 49,1 millones de hectáreas, con una producción estimada en 176 millones de toneladas.
La giberelosis y el blasto, a pesar de presentar síntomas similares, tienen etiologías diferentes y requieren estrategias de control distintas. La identificación precisa permite un manejo eficaz.
La fusariosis, también conocida como tizón de la espiga, afecta principalmente a las mazorcas y los granos. Es causada por hongos del género Fusarium, especialmente Fusarium de las gramíneas, cuya fase sexual se denomina Gibberella zeae.
La brusona, por otro lado, es causada por un hongo. Piricularia grisea y es más reciente en el escenario brasileño, detectándose por primera vez en trigo en Paraná, en 1985, y en cebada a principios de la década de 2000.
La plaga de la espiga se manifiesta por espiguillas despigmentadas, de color blanquecino o pajizo, que contrastan con el verde de las sanas. Los granos afectados presentan arrugas y un color blanco rosado. El problema se agrava por la producción de micotoxinas, como la vomitoxina, perjudiciales para la salud humana y animal.
Esta enfermedad ha cobrado fuerza en el sur de Brasil en las últimas décadas. Condiciones de alta humedad durante más de 48 horas y temperaturas entre 20 °C y 25 °C favorecen la aparición del patógeno. Fenómenos como El Niño intensifican su incidencia.
El manejo de la conservación, que mantiene los residuos de cultivo en la superficie del suelo, ayuda a mantener el inóculo en el cultivo. Además, la plaga de la espiga afecta a otros cultivos del sistema de producción, como el maíz, el triticale, la avena y la soja.
En el brusone, el síntoma más evidente aparece en las espigas: decoloración prematura de la parte superior, por encima del punto de infección en el raquis. Los granos en estas zonas se ven más pequeños y deformados. La enfermedad también puede atacar las hojas, con lesiones elípticas con centro claro y borde marrón.
Las altas temperaturas, los días nublados, el rocío prolongado y una humedad superior al 90 % favorecen la propagación del hongo. El patógeno, propagado por el viento, encuentra un entorno ideal en el Medio Oeste, donde el clima húmedo y la presencia de huéspedes como el arroz y el mijo aumentan la incidencia de la enfermedad. En la cebada, los brotes han causado pérdidas de hasta el 35 % en granos de mayor calidad.
Varios factores pueden causar síntomas similares. Las heladas, el granizo, plagas como los barrenadores del tallo y las chinches hediondas, e incluso problemas fisiológicos como la esterilidad, pueden causar espigas blancas o granos deformados. Estas señales confunden a técnicos y productores, dificultando la toma de decisiones.
Algunos ejemplos son el barrenador del tallo, que provoca la desecación de la mazorca con tallos perforados, y la larva negra, que daña las raíces e impide el llenado del grano. Otro caso común es la panza blanca, relacionada con el estrés hídrico y térmico, que produce granos opacos y blanquecinos.
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