Manejo del suelo para la caña de azúcar
La expansión del cultivo en la región centro-sur del país, en zonas donde los terrenos son más susceptibles a la erosión, ha causado preocupación.
En las últimas décadas, el mundo se ha enfrentado a grandes desafíos, como las emergencias climáticas y la necesidad de garantizar la seguridad alimentaria, la producción de fibras y energía con el menor impacto ambiental. En este escenario, mantener suelos sanos y de alta calidad se convierte en una enorme responsabilidad. Sin la aplicación de conocimientos para una buena gestión del suelo, pueden surgir graves problemas ambientales, como la degradación del suelo y de los recursos hídricos.
El suelo es mucho más que un mero sustrato para el crecimiento de las plantas. Se trata de un sistema vivo complejo que, para garantizar el éxito de la agricultura, debe comprenderse y trabajarse de la mejor manera posible. La ciencia del suelo demuestra que no es simplemente un material, sino un cuerpo natural estratificado, con una organización física de minerales y materia orgánica, que resulta de procesos químicos y biológicos. Y ese suelo es un componente fundamental de los ecosistemas terrestres y desempeña un papel crítico en su funcionamiento y en la sostenibilidad de la vida humana. Su ubicación, composición y los procesos que allí ocurren influyen en el funcionamiento de los ecosistemas y la existencia humana.
La Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO-ONU) estima que un tercio de los suelos del mundo están degradados debido a un uso inadecuado. Entre los principales problemas están la erosión, la compactación, la acidificación, la salinización y la contaminación.
La erosión hídrica se considera el mayor problema de degradación del suelo en el ambiente tropical. Este proceso comienza con el impacto directo de las gotas de lluvia sobre una superficie que no está protegida por vegetación o mantillo. El impacto de la gota desencadena una serie de eventos que involucran la desintegración, remoción y transporte de partículas, nutrientes y materia orgánica. Se considera una de las principales causas de degradación de los suelos agrícolas en Brasil. La intensidad de las precipitaciones, el tipo de suelo y la cobertura vegetal influyen en este proceso. La cubierta vegetal es un elemento clave para su prevención, ya que protege el suelo reduciendo la energía erosiva de las gotas de lluvia al minimizar el proceso de desintegración y sellado superficial, además de contribuir a una mayor infiltración de agua.
Recordando que la biomasa que crece y protege el suelo actúa en la superficie, con la cubierta, y en el subsuelo con el crecimiento de las raíces.
Las consecuencias de la erosión hídrica van desde la pérdida de recursos esenciales como el suelo, el agua y los nutrientes, hasta los costos significativos. La erosión representa un desafío global y urgente que compromete la producción de alimentos, fibras y energía, la disponibilidad de tierras agrícolas y la calidad y disponibilidad del agua.
El suelo degradado es incapaz de soportar ecosistemas complejos, compromete la regulación del clima, interrumpe los flujos de agua y hace inviable la producción de alimentos. Por el contrario, un suelo sano es la base de la seguridad alimentaria y la sostenibilidad agrícola, garantizando la vitalidad de los sistemas de producción y la sostenibilidad de los recursos naturales. Un suelo sano y de calidad tiene una mayor reserva de carbono, reduce la emisión de gases de efecto invernadero a la atmósfera y los efectos del calentamiento global, aumenta la infiltración y retención de agua, regula la temperatura, estimula la actividad biológica y aumenta el ciclo de nutrientes.
La pérdida de capas superficiales en el proceso de erosión puede hacer que los suelos sean improductivos. Y los efectos de la erosión van más allá de la pérdida de tierras fértiles y pueden conducir a un aumento de la sedimentación, la eutrofización y la sedimentación en vías fluviales, ríos y embalses, obstruyendo los cursos de agua, causando disminuciones en la vida acuática y reduciendo la disponibilidad de agua. Las tierras degradadas a menudo tienen menor capacidad de retención de agua, lo que puede empeorar las inundaciones y la recarga de los acuíferos. Además de la pérdida de nutrientes, se pierde carbono, estructura del suelo y biodiversidad.
También existen pérdidas económicas con la aplicación de insumos en una cosecha que pueden ser arrastrados por la lluvia. Se trata de pérdidas importantes que impactan en los ingresos de los agricultores, ya que los costos de fertilizantes pueden representar hasta el 40% de los costos de producción de cultivos como la soja, el maíz, la caña de azúcar o el café. Además, hay gastos de resiembra de cultivos y mantenimiento de terrazas, que requieren más horas de trabajo y maquinaria.
Además, existe el desequilibrio ambiental causado por las pérdidas de carbono. El suelo almacena este elemento como materia orgánica. La reserva de carbono orgánico del suelo es el doble del carbono presente en la atmósfera y aproximadamente dos o tres veces mayor que el carbono acumulado en los organismos vivos de todos los ecosistemas terrestres de la Tierra. Debido a su potencial de secuestro de C, la agricultura y los suelos agrícolas, desde el Acuerdo de París (2015), han ganado mayor protagonismo y han pasado a formar parte de la agenda global del C para la mitigación y adaptación al cambio climático.
El 15 de abril es el Día Nacional de la Conservación del Suelo. La fecha es importante para mostrar a la sociedad que la conservación del suelo es esencial para mantener la vida y para alertar a la gente sobre la amenaza de su uso irracional.
El suelo no es sólo un recurso natural, es un legado que ha sido confiado a la humanidad. La forma como se gestione hoy definirá lo que les quedará a las generaciones futuras.
Hace algunas décadas, conservar y producir eran vistas como actividades conflictivas, lo que hacía imposible que ocurrieran al mismo tiempo en la agricultura brasileña. Con el avance de la ciencia y la buena agricultura, esta idea quedó de lado. Hoy en día, los agricultores y los técnicos saben que conservar y producir es posible, y además puede ser muy ventajoso y fundamental para garantizar la sostenibilidad del sector agrícola, la seguridad alimentaria y la preservación del medio ambiente para las generaciones futuras. Es un cambio de paradigma en la forma de producir, buscando el equilibrio entre productividad, rentabilidad, responsabilidad social y conservación del medio ambiente.
La conservación del suelo y su correcta gestión contribuyen directamente a tres Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) de la Organización de las Naciones Unidas (ONU): ODS 2 (Poner fin al hambre, lograr la seguridad alimentaria y la mejora de la nutrición y promover la agricultura sostenible), ODS 13 (Adoptar medidas urgentes para combatir el cambio climático y sus efectos) y ODS 15 (Proteger, restaurar y promover el uso sostenible de los ecosistemas terrestres, gestionar sosteniblemente los bosques, combatir la desertificación, detener e invertir la degradación de las tierras y detener la pérdida de biodiversidad).
*Por alberto bernardo, investigador de Embrapa Ganadería Sudeste
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