Gobierno facilita las importaciones de maíz: todos pagaremos el precio

Por Lucas Costa Beber, presidente de Aprosoja MT

30.01.2025 | 07:33 (UTC -3)

El reciente anuncio del ministro de Agricultura, Carlos Fávaro, sobre la reducción de los aranceles a la importación de maíz para contener los precios internos generó polémica y preocupación en el sector agrícola. ¿La justificación? Garantizar que el maíz no sea más caro en Brasil que en el mercado internacional. Sin embargo, lo que parece una solución sencilla es, en realidad, una decisión que podría tener consecuencias desastrosas para el país a largo plazo.

Reducir las tasas impositivas para facilitar la importación de maíz es lo mismo que abrir las puertas a la competencia desleal con los productores brasileños. Mientras aquí el gobierno desalienta la producción nacional, en el extranjero los gobiernos alientan a sus agricultores con subsidios y políticas de apoyo que los hacen más competitivos. Esta medida puede parecer un alivio inmediato para los consumidores, pero los impactos a largo plazo se sentirán en toda la sociedad.

Dado que el maíz extranjero ingresa al mercado a precios más bajos, los agricultores brasileños enfrentan una competencia desigual. Esto puede provocar una disminución de la producción nacional, perjudicando no sólo a los productores sino a toda la cadena productiva.

Brasil, líder mundial en exportaciones de alimentos, corre el riesgo de volverse dependiente de las importaciones para satisfacer la demanda interna. Esto aumenta la vulnerabilidad a las crisis globales y a las variaciones del tipo de cambio.

El maíz es la base para la producción de piensos, imprescindibles para aves, cerdos y ganado vacuno. La caída de la producción interna puede encarecer otros alimentos, generando una cascada inflacionaria.

Los principales competidores de Brasil en el mercado mundial del maíz, como Estados Unidos, Argentina y la Unión Europea, ofrecen condiciones mucho más favorables a sus agricultores.

Los productores extranjeros reciben apoyo financiero directo de sus gobiernos, lo que reduce los costos de producción y aumenta la competitividad.

Las modernas redes ferroviarias y vías fluviales permiten el transporte de granos a costos significativamente más bajos que Brasil, que depende principalmente de carreteras y diésel costoso.

Las políticas fiscales favorables en Estados Unidos y la Unión Europea permiten un acceso más barato a fertilizantes, pesticidas y maquinaria.

Mientras que en Brasil las tasas de financiamiento agrícola son altas, a menudo superiores a la Selic, los competidores dependen del crédito subsidiado y de bajas tasas de interés.

Antes de facilitar las importaciones, el gobierno debería priorizar medidas estructurales que fortalezcan el sector agrícola nacional y beneficien a la sociedad en su conjunto:

Aliviar insumos como fertilizantes y pesticidas agrícolas, además de revisar la carga tributaria del sector.

Proyectos como Ferrogrão y la ampliación de vías navegables y puertos reducirían los costos logísticos y aumentarían la competitividad.

Hacer compatibles las tasas de financiación agrícola con las de los países competidores, permitiendo una mayor inversión en el campo.

La nueva carga de combustibles como el diésel ha aumentado los costos de transporte y producción. Revertir esta medida es esencial para aliviar la presión inflacionaria.

Al debilitar a los productores nacionales, Brasil se vuelve dependiente del maíz extranjero, sujeto a los precios internacionales y a las fluctuaciones del tipo de cambio. ¿El resultado? Precios más altos e inestabilidad de la oferta. Además, la pérdida de competitividad afecta directamente a la economía, con menor creación de empleo y menor inversión en el sector rural.

Reducir los aranceles a las importaciones de maíz puede parecer una solución a corto plazo, pero sus efectos son perjudiciales y duraderos. En lugar de debilitar la producción nacional, el gobierno debería centrarse en soluciones que fortalezcan el campo, garanticen alimentos más baratos y sostengan la economía brasileña en el largo plazo.

El futuro de Brasil depende de políticas que valoren a quienes producen, no de medidas que pongan en riesgo nuestra autosuficiencia alimentaria. Necesitamos un gobierno que comprenda que debilitar a los productores brasileños es debilitar a todo el país.

* por Lucas Costa Beber, presidente de Aprosoja MT

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