Cómo Brasil puede cambiar su papel en el mercado mundial del trigo

Por Isadora Jaeger, especialista agrónoma de Agrobravo

21.07.2021 | 20:59 (UTC -3)

Brasil es uno de los principales productores de commodities agrícolas del planeta y se espera que sea líder en exportaciones de granos dentro de los próximos cinco años. El país es reconocido como el "granero del mundo", ya que se estima que su producción agrícola alimenta cada año a 800 millones de personas, casi cuatro veces su población, según estudios de la Empresa Brasileña de Investigación Agropecuaria (Embrapa). Se destaca la exportación de soja, azúcar, café y carne vacuna y avícola, en las que somos líderes mundiales. Sin embargo, no somos autosuficientes para producir un cereal presente todos los días en la mesa de nuestras familias. Hablamos del trigo, el segundo cereal más plantado en el mundo según la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO).

En el ranking mundial, estamos en el puesto 16 entre los países productores de trigo con una previsión estimada de 6,3 millones de toneladas en la cosecha 2020/21, según el Departamento de Agricultura de Estados Unidos (USDA) gracias a la contribución de los principales productores: Río. Grande do Sul, Santa Catarina y Paraná. Juntos representan el 90% del área plantada en Brasil. El resto se distribuye entre el sureste, centro-oeste y noreste del país.

Para satisfacer la demanda interna estimada en 12,7 millones de toneladas en 2021, el país importa anualmente más de 6 millones de toneladas, la mitad de lo que se consume, según proyecciones de la Empresa Nacional de Abastecimiento (Conab). Los principales proveedores son Argentina, responsable del 75,34%; Estados Unidos con el 10,30%; y el otro 15% restante dividido entre Paraguay, Rusia, Uruguay y Canadá, según datos de 2020 de la Asociación Brasileña de la Industria del Trigo (Abitrigo).

Por lo tanto, tendremos un déficit de aproximadamente 6,4 millones de toneladas en esta cosecha, incluso con la ampliación del área plantada en un 8,1%, respecto a la cosecha 2019/2020.

Entonces, si varios estados producen trigo y se espera ampliar las áreas plantadas, ¿por qué seguimos dependiendo tanto de las importaciones? Hay varios factores: la baja competitividad de los precios de los cereales en Brasil desalienta a los productores a ampliar su superficie plantada; Acuerdos del Mercosur con bajos impuestos a la importación del trigo argentino e inseguridad por variaciones climáticas que traen heladas en el sur y mayor riesgo de incidencia de enfermedades, además de sequía en el centro-oeste que dificulta ampliar áreas en la región.

Sin embargo, hay buenas noticias en el horizonte. El escenario de la producción de trigo en el país ha ido cambiando y se está convirtiendo en un mercado competitivo. Con el aumento del dólar generado por el escenario económico global resultante de la pandemia de Covid-19, los productores de Rio Grande do Sul, atentos al mercado, ampliaron sus áreas dedicadas a la siembra de trigo, movimiento seguido por los productores del cerrado.

En otro frente, los productores están ampliando las áreas de cultivo en las regiones más cálidas del país, que, según investigaciones de Embrapa, tienen potencial para producir más de 2 millones de hectáreas. Esto fue posible gracias al intenso trabajo de mejoramiento de cultivares adaptados a estas regiones realizado por Embrapa y entidades privadas. El trigo es otra alternativa en los sistemas de rotación de cultivos de la región, que puede ocupar áreas normalmente descubiertas durante el período invernal, trayendo beneficios también en términos de aumento de materia orgánica en el suelo y reducción de la huella de carbono. En este modelo, el cultivo se integra en los planes de siembra de los productores en áreas cultivables maduras. La productividad media de cereales en el país es de poco más de 2,5 toneladas por hectárea (ton/ha). En el Nordeste ya hay áreas que alcanzaron productividades de hasta 6 toneladas/ha. La región tiene potencial para producir hasta 2 millones de hectáreas, según estudios de Embrapa.

Otro factor que nos hace más dependientes de las importaciones es la calidad de la harina que se produce aquí. En general, el cereal brasileño tiene baja calidad para panificación, debido a la baja concentración de gluten y proteínas. Sólo el 30% del cereal nacional tiene calidad panadera, según Abitrigo. Debido al clima más seco durante el período de maduración del grano, las regiones del Cerrado todavía tienen la capacidad de producir trigo de alta calidad, en comparación con el cereal canadiense, considerado el mejor del mundo.

Además de Embrapa, empresas de biotecnología están aportando innovaciones para ayudar a expandir la producción nacional de trigo en áreas que aún no se consideraban posibles debido al suelo y al clima. Con la llegada de estas tecnologías podremos tener una producción de trigo de alta calidad. La confluencia de estos factores reducirá la dependencia de las importaciones.

Sol, tierra, nuevos cultivares y productores comprometidos: ya lo tenemos todo. Ahora, trabajemos juntos para ampliar la producción nacional y también ser protagonistas en el escenario global con este grano, haciendo honor a nuestro papel como granero del mundo y siendo responsables de alimentar a gran parte de la población mundial.


Isadora Jaeger, especialista agrónoma de Agrobravo

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